La Soledad

 

 

En un mundo tan cambiante, donde todo sucede y pasa tan rápido, estamos envueltos en un constante reinventarnos; muchas veces como método de salvación recurrimos a la tan apreciada “Soledad”. Por motivos varios, desamores, rupturas del corazón, heridas que aun no logran sanar, personas que nos han lastimado y algunas veces situaciones que no queremos enfrentar.

Vamos encasillándonos en ese lapsus tiempo, ese espacio de comfort donde muchas veces nos sentimos mas a gusto que en la realidad, no tenemos que dar explicaciones, no tenemos que atender a nadie, nadie merece nuestra mirada y tiempo, no tenemos que involucrarnos, no hay necesidad de sentir ni mucho menos de llegar a sentirnos heridos; si fuese el caso.

Cerramos la puerta a toda oportunidad que se nos presente, buena, no tan buena, posiblemente exitosa, dejamos de querer relacionarnos con el exterior, de querer tener esa constante comunicación con nuevas personas que bien podrían llenar nuestra vida de nuevos aprendizajes o de nuevas emociones. Muchas veces decimos que es por temor, por no querer volver a lidiar con ciertas situaciones que se dieron en el pasado y hasta nos hacemos a la idea de repetirnos constantemente que nos hemos enamorado de nuestra soledad, que la misma se ha convertido en nuestra mejor amiga y que no vemos la vida lejos de ella…

He conocido personas así, he convivido con personas así, fui también una vez esa persona, que por temor a ser herida, utilizada, entristecida, por temor a que me rompieran el corazón me mantenía en esa zona de comfort; donde todo parecía lejano a mi y la ausencia de los demás y el afecto de una persona especial mantenían mi cordura a flote. Pensé que estaba bien, porque al final si lo sientes bien se siente bien.

Me convertí en un Grinch de la vida real, evitaba cualquier tipo de compromiso emocional, evitaba cualquier emoción que involucrara otra u otras personas para evitarme el mal rato de conocerles y decepcionarme, convertí mi percepción en una barrera, la cual levante sin más, sin pensar en las consecuencias, en lo que me perdía, en todo lo que pasaba en el mundo…. Había olvidado ser parte de el; ya no era importante ser una persona emocional.  Me refugiaba en la felicidad de mis amistades, sus logros, en mi familia quien me iba a amar sin importar que, deje pasar oportunidades de conocer personas valiosas, quienes luego llegaron a tener una vida; vida que en el fondo anhelaba, pero de la cual yo misma me restringía.

¿Poco a poco conocí de primera mano el anhelo, ese querer, extrañar… y fue ahí cuando caí, cuando me llegué a preguntar que estaba mal conmigo? 

¿Por qué me negaba las oportunidades? ¿En qué momento me había roto y si debía de cambiar?

La respuesta a mi pregunta vino sola, en algún momento decidí imponerme una cárcel para no sufrir más, para no ser golpeada cual caracol por las olas del mar… entonces solté situaciones, malos recuerdos, malas experiencias y me di tiempo de extrañar, extrañar un abrazo cálido, un beso en la mejilla, un tomar de la mano que me hiciera sentir que no importa que sucediera todo iba a estar bien… el compartir un momento y construir recuerdos con alguien especial, ese alguien especial para quien significas un mundo y te hace sentir único y especial sobre todas las cosas… cálidas lagrimas rodaron por mis mejillas, eran de felicidad, quien lo diría; al final si era capaz de extrañar pero mas que nada estaba dispuesta a dejar atrás a mi amiga “ La Soledad “.

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